domingo, 13 de decembro de 2015

DESDE QUE EL ESPÍRITU DE DIOS VOLETEABA SOBRE EL VINO (QUE TRATA DE LA FOBIA SOCIAL Y DEL MIEDO EN SU CONJUNTO)

Como un terrario en el que ves dos bichos
pero hay siempre un tercero
detrás del comedero, 
aguardando al acecho, inesperado
y taimado,
y es el que mejor sabe a qué hora ponen 
lechuga y vitaminas. 

Así veías al prójimo; los niños -nos decías-
no van al purgatorio,
sino a un vestuario en que se miden, 
diabólicos, el sexo con la regla. 

Por eso, me parece que a veces te encaramas
a una rama del árbol de familia
y me agitas la mía como diciendo: Hijo,
hijo mío, no tardes, si 
tampoco estás tan bien... 
Sube mejor al árbol sereno en el que nadie
se ríe ya de ti.

Porque el miedo va al cielo,
igual a un río que fabrica
el delta con sus detritus,

una alfombra que hay que
sacudir hasta en dos dimensiones
y que tiene debajo barrido
un místico desierto. 

Miedo tenía tu padre,
el de las tos reliquia. 

Miedo daba tu hermana,
la oscura monja que
cuando éramos pequeños
disfrutaba asustándonos
con aquella campana
que tenía en vez de rostro. 

Yo mismo a veces
siento en la planta de mis pies tus pasos
acercándose, dándome
miedo y melancolía. 

Ya verás cómo pronto
cotorrearemos con un palo de jaula
apoyado entre tu oreja y mi oreja. 

Ahora nos vamos a reír nosotros. 
Diremos juntos: hay de los soberbios 
(estamos todos en el barco,
el mar también);

diremos juntos: ay, 
ay de los moderados, los valientes,
ay de los que nacieron ya sabiendo. 

A esos les llegará,
su miedo muy naranja,
igual que los salmones
que se aguantan las ganas de ovular
eternamente y bajan por el río
sañudos, contrariados, retorcidos
-con cola a cada lado y
cabeza en ningún lado-; 

esos verán su miedo 
colearles delante indescifrable
cuando el sepulturero
dé un brinco al sol peinándose la cresta
y les cante su ¡¡ki-
kirikííí!!! 

Juan Andrés García Román

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